INVITACIÓN A LA MÚSICA 6: Héctor Berlioz
Nació el
12 de diciembre de 1803 en Côte-Saint-André, Isère, cerca de Grenoble. Falleció
el 8 de marzo de 1869, en París.
Romeo y
Julieta, Opus 17
Combate.
Tumulto. Intervención del Príncipe.
Romeo
Solo. Tristeza. Sonidos Distantes de Música y Noche. Festividades en la Mansión
de los Capuleto.
Noche.
El Jardín de los Capuleto, Pacífico y Desierto.
Los
Jóvenes Capuleto camino a Casa.
Escena
de Amor.
La reina
Mab, el Espíritu de los Sueños.
El Funeral
de Julieta. Romeo en la Tumba de los Capuleto. Final.
La
sinfonía dramática Romeo y Julieta fue compuesta en su mayor parte en 1839,
aunque fue planteada mucho tiempo atrás, en 1827 y fue revisada hasta 1847. Se
estrenó en París en noviembre de 1839, bajo la dirección de compositor.
Pasaron
casi veinte años desde la concepción inicial de Romeo y Julieta hasta su
terminación de la forma definitiva. Cuando Berlioz era un joven de 27 años, viajó
a Italia, y bajo el embrujo del país que había proporcionado inspiración
artística a muchos compositores, decidió respecto de lo que prácticamente
llegaría a ser la obra de toda su vida. Anotó las descripciones de varias obras
dramáticas: la sinfonía-concierto Haroldo en Italia (terminada 4 años más
tarde), la ópera Benvenuto Cellini (8 años más tarde), la sinfonía dramática Romeo
y Julieta (17 años más tarde), la ópera Los Troyanos (28 años más tarde) y la
ópera Beatriz y Benito (32 años más tarde). Estos eran los temas que le
interesaban y él se sentía lo suficientemente comprometido con las ideas de su
juventud como para ocuparse de llevarlas adelante hasta terminarlas.
El
interés de Berlioz en Romeo y Julieta en realidad surgió tres años antes de su
viaje a Italia, cuando vio por primera vez la obra de teatro. Había leído a
Shakespeare en una traducción y estaba ansioso por verle en escena cuando una
compañía de Inglaterra hizo una gira por Francia. Las obras de Shakespeare
arrasaron París. Sus dramas fueron proclamados por el movimiento romántico
francés como una excitante alternativa al clasicismo académico. Berlioz se unió
a la elite intelectual que asistió a ver Romeo. Se sintió tan sobrecogido como
el resto de la audiencia, a pesar de que no sabía inglés. Se sintió conmovido
no solo por la pieza sino también por Harriet Smithson, la actriz que
representaba el papel de Julieta. También vio su sorprendente interpretación de
Ofelia en Hamlet e instantáneamente se enamoró de ella. La idolatró e idealizó
aun antes de conocerla. En su mente su persona se fundía con la de Julieta;
ambas representaban “el verdadero significado de la grandeza, la belleza y la
verdad dramática” de Shakespeare. Berlioz percibió en Shakespeare implicaciones
para “el desarrollo total de la música de futuro” y vio en Harriet un símbolo de
arte supremo de Shakespeare. Decidió perseguir su sueño inalcanzable:
supuestamente dijo después de ver por primera vez Romeo y Julieta: “Me casaré
con Julieta y escribiré mi más grande sinfonía sobre esta obra.”
Cumplió
ambos objetivos. Después de un considerable esfuerzo persuadió a la Smithson
para que aceptara conocerle y, por último, para que se casara con él. Entonces
empezó a darse cuenta de que uno no puede casarse con un sueño. Harriet no era
Julieta y Berlioz estuvo durante años abrumado por una esposa exigente y
egocéntrica que constantemente le avergonzaba.
Berlioz
pensó en una sinfonía basada en Romeo y Julieta durante años. Él sabía que
sería una tarea de gran envergadura. Finalmente logró encontrar el tiempo
necesaria para componerla en 1839, gracias a una gran suma de dinero que él
pensó que provenía del virtuoso Niccolò Paganini, el que se había sentido
profundamente impresionado con la música de Berlioz (el dinero, en realidad,
provino, de un modo secreto, del amigo del compositor, Armand Bertin). Después
de realizar tres presentaciones, Berlioz decidió revisar la obra. Estuvo lista
para la publicación en 1847, veinte años después de que viera la obra de teatro
de Shakespeare por primera vez.
Berlioz
llamó a Romeo y Julieta una “sinfonía dramática”; este subtítulo es una buena
pista para detectar la naturaleza real de la obra. Como tiene voces, de alguna
manera sigue la Novena Sinfonía de Beethoven, la que Berlioz admiraba. Las
partes corales están más integradas con toda la pieza que en la obra de
Beethoven, porque la obra es específicamente dramática: se basa en una obra de
teatro, no en un poema. Pero no es simplemente un arreglo de la obra de teatro.
La música no acompaña al drama como sí lo hace en la ópera o en la incidental.
De hecho, cuando Berlioz tuvo la oportunidad de usar parte de esta música en
una producción de la tragedia de Shakespeare, la idea le pareció ridícula. Romeo
y Julieta es una sinfonía de programa, que sigue la tradición de la Symphonie
Fantastique del propio Berlioz. Como la Fantastique, la sinfonía Romeo y
Julieta cuenta una historia dentro de la música. Un oyente que no conozca la
obra de Shakespeare no podía conocer el argumento solamente con oír la
sinfonía. Sin embargo, quien conozca a Shakespeare puede oír temas de la obra
teatral que la música refleja y comenta.
El
concepto subyacente de Romeo y Julieta no tenía precedentes. No es ni una ópera
ni un oratorio sino una verdadera sinfonía. Es una fusión, no un híbrido de los
elementos líricos y dramáticos. Representa un nuevo género, que por último
condujo a los dramas musicales de Wagner (Wagner viajó a París para escuchar Romeo
y Julieta y se sintió profundamente impresionado), en los que una trama
instrumental continua encierra y desarrolla el drama.
La obra
de Berlioz es sin duda una sinfonía. Tras el prólogo coral ampliado hay tres
movimientos orquestales que corresponden al primer movimiento, al movimiento
lento y al scherzo de una sinfonía convencional. La pieza cierra con un gran
final coral.
La
primera parte resume el drama que sobrevendrá e introduce los temas
principales. Empieza con un prólogo en fuga, seguido por un recitado bajo de
parte de los instrumentos de viento. Luego un solo de contralto y un coro
reducido explican el tema del drama que sigue a continuación: la arraigada
enemistad entre dos familias y el amor desgraciado de dos de sus hijos. La
contralto luego canta sobre el amor, después de lo cual la reina Mab es
presentada en un pequeño scherzo. Al final del movimiento, el coro predice la
trágica muerte de Romeo y Julieta y la
reconciliación final de las dos familias.
La
segunda parte es un verdadero movimiento sinfónico, que se completa con la
introducción lenta y el allegro elaborado. Describe los estados de ánimo
opuestos de Romeo de tristeza y regocijo mientras está en el concierto y en el
baile. El tema de Romeo, introducido al comienzo, es sometido a varias
transformaciones a medida que el protagonista se mueve, como en un sueño, a
través del desánimo, la felicidad y la euforia de la multitud. Particularmente
interesante es la presentación simultánea del tema lento de Romeo y de la
música estrepitosa de la multitud. Como lo explica el biógrafo de Berlioz,
Jacques Barzun: “Los ritmos de la parranda se mezclan, chocan, se hacen pedazos
y resurgen, cesando solo cerca del final, para permitir que se escuche un
fragmento del tema del oboe en el cierre palpitante.”
La
tercera parte, el adagio, expresa el amor trágico y apasionado en el núcleo de
la pieza. La escena es la noche solitaria en el jardín de los Capuleto después
del baile. Berlioz sentía que él podía dar una expresión más completa y
verdadera del amor mediante el mundo abstracto del sonido instrumental que lo
que podía esperar lograr con las palabras. “El idioma instrumental [es] un
lenguaje más rico, más variado y menos limitado y, por su aliteralidad, infinitamente
más poderos.” Este movimiento muy bien pudo haberse inspirado en los siguientes
versos del segundo acto de la obra de Shakespeare:
¡Qué
dulce y argentina suena en medio de la noche la voz de los amantes! ¡Como
suavísima música a los absortos oídos!
Barzun
encuentra en este movimiento “la pureza que proviene no de la reticencia sino
de la incandescencia, de la trágica, no bochornosa, aceptación del destino. La
música también conlleva una sensación de profundidades límpidas que pueden
asociarse con la naturaleza en la quietud, el amor joven o las horas nocturnas”.
La
cuarta parte es el famoso “Scherzo de la reina Mab”, la primera parte de la
sinfonía que Berlioz concibió. La reina Mab es, según la leyenda inglesa, un
hada partera que hace dar a luz los sueños del hombre en el mundo.
La quinta
parte describe el funeral de Julieta, Romeo en la tumba de los Capuleto, el
despertar de Julieta, la frenética alegría y desesperación de los amantes, sus
últimas palabras, su agonía y muerte, el alboroto entre los Capuleto y los
Montesco, el recitado y el aria de fray Laurence y finalmente la conciliación
de las familias enemigas. La música del funeral de Julieta es interpretada por
la orquesta mientras el coro entona un canto fúnebre sobre una nota única. A
mitad de camino, los papeles se invierten: la orquesta toma el monótono
mientras los Capuleto cantan el canto fúnebre. Después de que los amantes
mueren, las dos familias reinician sus rencillas en el cementerio, pero se
adelanta el fraile y, cantando primero al coro de los Capuleto y luego al de
los Montesco, los persuade de que la muerte de los amantes enseña cuál es el
resultado de la enemistad. Las dos familias finalmente aceptan reconciliarse.
(Del libro Invitación a la música de Jonathan Kramer)
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