INVITACIÓN A LA MÚSICA 3: Béla Bartók

 




Béla Bartók

Nacido en Nagy-szentmiklos, Hungría, el 25 de marzo de 1881. Fallecido en Nueva York el 26 de setiembre de 1945.

 

El Príncipe de Madera

Las únicas tres obras de Bartók para la escena fueron escritas en estrecha sucesión, entre 1911 y 1919. Estas fueron la ópera El Castillo de Barba Azul y los ballets El Príncipe de Madera y El Mandarín Milagroso.

El Príncipe de Madera fue un éxito. En parte, se debió a que el director, Egisto Tango, exigió y consiguió permiso para hacer treinta ensayos. Como el coreógrafo no comprendía la música, Tango tuvo que supervisar los bailes, además de actuar como director de escena y director de orquesta. Bartók, que estaba acostumbrado a representaciones muy mal ensayadas, estaba encantado con la calidad de la producción. “Por lo menos tuve la suerte de poder escuchar una de mis grandes obras en una representación musicalmente perfecta, gracias al maestro Egisto Tango. El público reaccionó favorablemente, a pesar de la anterior indiferencia demostrada por la música de Bartók. Uno de los resultados fue que El Castillo de Barba Azul, que aún no había sido estrenada, fuera montada un año después y, cumpliendo con el deseo de Bartók, compartiera el programa con El Príncipe de Madera.

Los personajes principales del ballet son un príncipe, una princesa y un hada. Está emplazada en una tierra encantada, donde hay un bosque, un jardín de flores, un arroyo y dos colinas con diminutos castillos en la cima. Al principio, la princesa baila sola en el bosque. El príncipe está enamorado de ella, pero no puede alcanzarla porque el hada ha hechizado el río. Muchas veces trata de alcanzar a la princesa, pero fracasa repetidamente. Finalmente, logra atraer su atención, pero ella no está interesada en él. Él intenta una última idea: en su bastón, talla un muñeco de madera con la forma del príncipe y lo viste con su propia capa. Se corta el pelo y se lo pega al muñeco.

El truco funciona demasiado bien. La princesa se siente intrigada por el muñeco. El príncipe de madera gana sus afectos, mientras que el príncipe verdadero queda abandonado, sin ropas ni cabello. El hada sopla al muñeco, dándole vida, y este empieza una danza demoníaca con la princesa. El hada se apiada del príncipe y lo viste con una corona y ropas nuevas hechas con flores. El muñeco baila más lentamente y la princesa vuelve su atención hacia el príncipe verdadero.

Ahora los papeles originales se invierten: la princesa persigue al príncipe, pero este la desprecia. Finalmente, ella se da cuenta de que solo puede hacerse merecedora de su amor si renuncia a su corona por propia voluntad. Ella se quita la corona y la capa y se corta el pelo, presentándose ante el príncipe. Ahora el príncipe y la princesa pueden unirse, y una vez que lo hacen, todo vuelve a su estado original.

El libretista Balázc explica el simbolismo de la historia: “El príncipe de madera, que mi príncipe fabrica para atraer a la princesa, simboliza el trabajo creativo del artista, que pone todo de sí en su obra hasta hacer algo completo, brillante y perfecto. El artista mismo, sin embargo, queda despojado y pobre. Tenía en mente esa tragedia tan común y profunda de que una creación se convierte en rival de su creador y del dolor y la gloria de la situación en la que una mujer prefiere el poema por sobre el poeta, el cuadro por encima del pintor.”

 

(Del libro Invitación a la música de Jonathan Kramer)  


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