INVITACIÓN A LA MÚSICA 2

 




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Samuel Barber

Nacido el 9 de marzo de 1910 en West Chester, Pennsylvania. Fallecido en Nueva York, el 23 de enero de 1981.

 

Adagio para Cuerdas, Opus 11

El Adagio para Cuerdas fue compuesto en 1936 como el movimiento lento de un cuarteto para cuerdas. El estreno de la versión para orquesta de cuerdas se produjo en 1938, a cargo de la Filarmónica de Nueva York, dirigida por Arturo Toscanini.

El Adagio para Cuerdas, la obra más popular del autor, es un ejemplo excelente de su neorromanticismo. Inexorablemente, se eleva desde un comienzo amortiguado hasta un clímax de gran intensidad, después del cual vuelve suavemente al principio. A pesar del espíritu romántico de la obra, y a pesar del intenso cromatismo que se encuentra durante y justo después del clímax, la pieza es notablemente diatónica para una composición escrita en 1936. En realidad, Barber utiliza —con soltura y en su propio y peculiar estilo— uno de los modos de iglesia medievales (el frigio). El neorromanticismo de esta obra, construida sobre la base de los materiales más simples y directos, le prestan una calidad única: de espíritu contemporáneo, no obstante evoca tanto el romanticismo del siglo XIX como la modalidad del siglo XV.

La estructura del Adagio es directa. Consiste de una serie de frases, cada una de las cuales comienza lentamente (generalmente con la entrada de una voz del coro de cuerdas tocando una nota, seguida por el resto de los instrumentos llenando el acorde) y evoluciona hacia una melodía lírica gradual en valores de notas iguales. Lo que hace que la pieza crezca en intensidad, a pesar de la coherencia de la estructura de sus frases, son las sutiles diferencias entre las frases sucesivas.

Cuando escuchamos el poderoso clímax, puede resultarnos difícil imaginar que la pieza haya sido originalmente concebida solamente para cuatro instrumentos. En un principio, fue compuesta como el movimiento medio de un cuarteto de cuerdas. Barber introdujo pocos cambios al transcribirla para orquesta de cuerdas, un  medio mucho más apto para sostener las largas líneas y las ricas armonías del Adagio. Hacia fines de la década de 1960, el compositor escribió una tercera versión de la pieza, para coro, utilizando el texto tradicional del Agnus Dei.

El Adagio es una obra hermosa, merecedora de su posición como una de las más populares composiciones norteamericanas contemporáneas. Si Barber no hubiera escrito ninguna otra pieza, esta le hubiera garantizado su relevancia dentro de la música norteamericana.

 

(Del libro Invitación a la música de Jonathan Kramer)


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